miércoles, 8 de mayo de 2013

Mitos sobre la obesidad

Verdades y mentiras sobre la forma de perder peso

Estamos en una época en la que a nadie gustan las gorduras. Ni las grandes roscas de grasa ni las simples mollas, lustradas a base de buena comida y continuados sorbos de buena vida. No es que las evidencias científicas señalen una relación entre obesidad y mortalidad de gran magnitud; es más, si uno o una está en ese estado de redondez contenida y tersa que no sobrepasa los límites de las costuras parece que incluso puede ser  saludable; pero está claro que la carnosidad no vende y los ojos se van cautivos detrás de esos cuerpos marcados de músculos y tocados por la perfección y armonía de las proporciones aúreas. A todos nos gustaría tener esa figura esbelta de formas apretadas y atracción magnética que atrapa como un imán las miradas y voluntades de quienes cruzan la órbita de nuestra presencia. La belleza es un gran regalo para quien la tiene y para quien la disfruta, por eso es tan codiciada. Casi como el oro. Y ahora nada que sobrepase un dedo de grasa parece bello, por lo que una obsesión epidémica por el adelgazamiento y el control del peso ha prendido como un fermento en el núcleo de nuestra sociedad de opulencia. 

Y con esa obsesión por la búsqueda de métodos para reducir las blandas expansiones del cuerpo se han ido construyendo una serie de mitos, de creencias populares, que pese a conocerse ya su falsedad o poco fundamento científico todavía siguen modulando los comportamientos de muchas personas y lo que es peor, distorsionando los mensajes y recomendaciones que con respecto a la obesidad se construyen desde los organismos de salud pública. De todo ello nos hablan con gran acierto y brillantez en un excelente artículo publicado el mes de enero pasado en New England Journal of Medicine (Myths, presumtions and facts about obesity), en el que identifican siete mitos (creencias ya contradichas por la evidencia científica), séis presunciones (creencias ni demostradas ni contradichas) y nueve hechos (acciones con efecto demostrado) en relación con la obesidad. Los siete mitos (falsedades) más relevantes con respecto a la gordura son los siguientes:

  1. Que pequeños incrementos del ejercicio diario o leves reduciones de la ingesta de calorías se vayan a traducir en grandes pérdidas de peso a largo plazo. Por lo visto el cuerpo se adapta internamente y enseguida amortigua el efecto de estas medidas. Andar 20 minutos al día nos mantendrá en forma y es bueno para la salud, en general, pero no reducirá significativamente nuestro peso.
  2. Hay que establecer metas realistas de pérdidas de peso para que las personas que vayan a adelgazar no se frustren y consigan reducir su peso. Pues no. Varios estudios demuestran que cuanto más ambicioso  mejores resultados se consiguen.
  3. Que las pérdidas de peso deben ser graduales, porque las muy rápidas se mantienen peor en el tiempo. Pues tampoco. La probabilidad de mantener el peso logrado es la misma con independencia de la rapidez con la que se ha perdido.
  4. La valoración del grado de predisposición de las personas a seguir la dieta es importante para ayudar a quienes solicitan tratamiento para perder peso. Ni siquiera esto. La predisposición tampoco es garantía de mayor pérdida de peso.
  5. Las clases de educación física en las escuelas juegan un papel sustancial para prevenir la obesidad. Otro mito. La actividad física es buena se haga donde se haga, pero un mayor número de horas o de programas de educación física en las escuelas es inefectivo para reducir la prevalencia de obesidad. Así lo dicen dos metanálisis.
  6. La lactancia materna previene la obesidad. Nada de nada. Es buena para muchas otras cosas, pero no para prevenir las futuras gorduras.
  7. La actividad sexual es un buen ejercicio para adelgazar. Desgraciadamente tampoco. En pleno frenesí sexual apenas se consumen 3,5 Kcal por minuto y la duración media de esta actividad recreativa suele ser de 6 minutos. Total 21 Kcal por coyunda, solo 14 Kcal más que viendo la televisión.

Con respecto a las cosas que no tienen todavía una demostración ni a favor ni en contra:
  1. Que comer con pauta y regularidad sea mejor que saltarse alguna comida (desayuno) para prevenir el sobrepeso.
  2. Que sea la infancia el momento determinante en el que se aprenden los hábitos de ejercicio y alimentación y que eso sea lo que marque nuestro peso de forma definitiva para el resto de nuestra vida.
  3. Que una mayor ingesta de frutas y verduras conduzca en sí misma a una menor ganancia de peso, sobre todo si no se modifican otros hábitos o comportamientos.
  4. Que la pérdida o ganancia cíclica de peso (hacer la goma) esté asociada con un mayor riesgo de mortalidad.
  5. Que el picoteo entre comidas contribuya a una mayor ganancia de peso y riesgo de obesidad.
  6. Que tener un entorno más propicio para el ejercicio (parques, senderos, etc) sea un aspecto clave para una menor prevalencia de obesidad.
Por último, las cosas demostradas:
  1. Que aunque la herencia juega cierto papel en la obesidad, ésta también se puede controlar con cambios en el entorno.
  2. Que aunque las dietas son efectivas para reducir peso, su mantenimiento a largo plazo suele ser un fracaso (además de la dieta puntual hay que cambiar regularmente algún otro comportamiento de fondo para mantener la pérdida de peso lograda).
  3. Incrementar el nivel de ejercicio es bueno tanto para mantener el peso como  para la salud en general.
  4. La actividad física regular ayuda a mantener el peso a largo plazo.
  5. Hay que promover tanto las actividades de pérdida de peso en los obesos como las de mantenimiento del normopeso logrado.
  6. Que los programas de reducción de peso en los niños obesos tienen mayor efectividad si en los mismos se implica a los padres. 
  7. Que el aprovisionamiento controlado de la comida es más efectivo para lograr la reducción de peso que los programas basados exclusivamente en consejos sobre cambios de comportamiento.
  8. Que existen algunos fármacos con relativa eficacia que pueden ser utilizados en algunos pacientes que necesitan una reducción significativa de su peso por motivos clínicos.
  9. Que la cirugía bariátrica puede ser una técnica efectiva, aunque no exenta de riesgos, en pacientes con obesidad mórbida o muy grave.
Con todo lo que nos gusta comer, que los hay que desearían tener el paladar largo como el cuello de un cisne para disfrutar durante un mayor trayecto del paso de la comida y que resulte que quien se entrega a esa afición tenga que acarrear con esta incómoda consecuencia de la gordura. ¡Menuda rabia!. Y además, que es uno de los placeres que más tarda en aflojar y durante más tiempo, hasta viejo y sin dientes, puede uno disfrutar del mismo. Aunque a decir verdad, sin ese límite del hartazgo y la gordura, con tantos que somos y cegados por la gula, acabaríamos por devorar hasta las quemantes entrañas del mismo mundo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

GRACIAS POR COMENTAR