miércoles, 17 de abril de 2013

Comida sosa para vivir más

Más fruta y menos sal para evitar la hipertensión arterial.

¿Os habéis preguntado alguna vez cuántos paquetes de sal compráis al año?. A mi tampoco me ha dado por contarlos y si me lo preguntaran no sabría que responder: siempre hay uno de reserva en el armario y cuando se empieza para rellenar el salero, enseguida aparece otro en el mismo sitio como si se reprodujera a partir de las raíces del anterior. Pero hoy me ha dado por calcular cuántos debería permitir entrar en los estantes de la cocina para mantener mi tensión arterial a raya y voy a hacer una marquita en la pared con un lápiz cada vez que abra uno para que no se me cuele disimulado ninguno de más que pueda hacerme estallar las fontanerías de la sangre.

Me ha puesto en sobreaviso la publicación de forma simultánea de tres revisiones sistemáticas y meta-análisis sobre la influencia del consumo de sodio y de potasio en la tensión arterial y la mortalidad por enfermedades cardiovasculares. En la primera de ellas se concluye que el menor consumo de sodio se asocia con una disminución de la tensión arterial, tanto en niños como en adultos (en estos últimos puede hacerlo hasta 3,47 mm Hg adicionales la sistólica y 1,88 mm Hg la diastólica), con independencia de sus cifras de tensión previas (normotensos o hipertensos). Un mayor aporte de sal diario se asocia con un mayor riesgo de accidente cerebrovascular (1,24 veces mayor) y de mortalidad en caso de sufrir ese mismo proceso (1,63 veces) o una cardiopatía coronaria (1,32 veces). Por contra, la reducción del consumo de sodio no parece tener efectos secundarios ni sobre los niveles de lípidos, catecolaminas ni en la función renal.

En el segundo estudio de revisión, en el que se examinaba los efectos de una reducción pequeña de sal (unos 4,4 gramos menos al día) mantenida durante períodos mayores de cuatro semanas, se concluye que con esa medida se puede conseguir una disminución de 4,18 mm de Hg en la tensión sistólica y de 2,06 en la diastólica. El menor consumo de sodio produce también un pequeño incremento fisiológico de la actividad hormonal de los sistemas renina, aldosterona y noradrenalina sin significación clínica y carece de efecto sobre la concentración lipídica de la sangre.

Por último, el tercero de los estudios pone en evidencia que una mayor ingesta de potasio (presente principalmente en frutas) reduce hasta 3,49 mmHg la tensión arterial sistólica y 1,96 mmHg la diastólica de los enfermos hipertensos y disminuye también el riesgo de padecer un accidente cerebrovascular.

Parece haber un efecto dosis-respuesta y cuanto menor cantidad de sal se consume mayor es el efecto modulador sobre la tensión arterial conseguido. Si hasta el momento las recomendaciones de la OMS aconsejaban reducir los actuales 9-12 gramos de consumo diario medio por persona a unos 5-6 gramos al día, el mayor efecto se consigue si logramos mantenernos en un consumo medio de 3 gramos de sal diarios. Aproximadamente 1 kilo y 100 gramos de sal al año; por lo que en mi casa, que somos tres personas, no deberíamos pasar de 3 paquetes al año, teniendo además en cuenta que muchos alimentos tiene ya sal en su composición (algunos incluso en exceso).

Tres marquitas en la pared del armario (con lápiz, para que se puedan borrar después y no abrir innecesariamente una riña doméstica) van a señalar desde ahora mi frente de batalla contra la hipertensión. A partir de ahí comidas menos sabrosas y atropello de fruta. Y aprender para el próximo año a echar un pellizquito menos de condimento en cada comida.

Y hasta me atrevo con una chufla: "Si quieres evitar el daño, no pases de un kilo de sal al año"

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